PROTAGONISTA DE NUESTRA BREVE HISTORIA
Para iniciar
esta historia, debo tratar de remitirlos hacia algunos años, en realidad varios
años atrás, otra época de lo que fue nuestra Comuna.
Durante
la década de los años cincuenta,
Quilicura, como ya hemos dicho otras veces, era una pequeña aldea, silenciosa,
tranquila, apacible y muy quieta.
El tiempo se
detuvo durante muchos años en nuestro pueblo y a veces parecía como si las
estaciones fueran eternas.
Quilicura
era una aldea verde y florida donde nadie ni nada parecía alterar la paz.
Éramos parientes, amigos y vecinos que convivíamos en una armonía permanente y en
esas relaciones, el respeto era el valor fundamental.
Los antiguos
Quilicuranos hablaban con mucho, orgullo de sus barrios y cautivamente
pertenecían a ellos. Era reconocido el sector “pueblo”, el sector “las
parcelas”, “la estación”, “San Luis”, “Lo zañartu”, “Lo campino”. Todos
formaban parte de nuestro paisaje y de nuestro lenguaje.
Uno de estos
barrios, era “Carampagne”. Una calle de casas pequeñas, de árboles y jardines y de golondrinas en los
días del verano.
En ese
sector nació Elizabeth, el día 03 de marzo de 1948, hace 67 años. Allí junto a
su familia y sus 09 hermanos, ELIZABETH EULALIA PUEBLA VASQUEZ, presenció como
la vida apacible de Quilicura comenzaba lentamente a cambiar.
El cambio
venía desde lejos, pues en el año 1964, llegaron desde Cerro Blanco, las
familias que se instalarían en la incipiente Villa Gildemeister, una villa
nueva y distinta que transformó el paisaje de nuestras casas de adobe y trajo,
sin saberlo entonces, un nuevo movimiento cultural.
En esa villa
despertaba el teatro, el deporte, la música y el folklore.
Elizabeth
Puebla, pasó de sus juegos de infancia a la adolescencia en el barrio de
Carampagne. Pero el amor de su vida, llegaría desde Cerro Blanco.
Fue un
hermoso encuentro, Manuel Contreras Jiménez era músico y Elizabeth, por
entonces llevaba el deporte en sus venas. Era una destacadísima basquetbolista
y fue lo que la hizo conocida y popular en aquel antiguo Quilicura.
Es difícil
imaginar hoy, como era nuestra cultura entonces.
Quilicura,
era un pueblo de escasas luminarias y pasadas las nueve de la noche, ya nadie
circulaba en sus callejas. Nada interrumpía el silencio nocturno.
Sin embargo,
en el barrio de “las parcelas”, a la entrada de Lo Campino, había una vieja
cancha de basquetbol con un deteriorado piso de cemento. Era la única cancha de
basquetbol que había en nuestro pueblo.
Sus tableros
eran unos añosos tablones de donde colgaban los aros de fierro.
En ocasiones,
unas débiles ampolletas iluminaban la cancha por las noches, una tenue
iluminación que permitía que los niños y los jóvenes se congregaran junto al
pequeño campo deportivo.
Precisamente,
en ese lugar, es donde desarrolla parte de la historia de Elizabeth Puebla.
Era en este
rincón de Quilicura donde se reunían los jóvenes que gustaban del básquetbol, y
allí, unas cuantas jovencitas provocaban el griterío de la hinchada. Elizabeth,
era una de ellas, aunque era extrañísimo que alguien pudiera jugar basquetbol
en este rincón del mundo.
El barrio se
llenaba de vida y de jolgorio, generalmente las rivales venían desde otras
comunas.
Las débiles
luces se apagaban entonces cerca de las diez y media de la noche, cuando
terminaban los encuentros.
Elizabeth formaba
parte del Club “Magallanes”, con el que obtendría muchos torneos.
En el año
1972, contrajo matrimonio con el joven folklorista del grupo “Yaraví” Manuel
Contreras Jiménez, con quien se había conocido en las veladas deportivas y
musicales.
Entonces se
radicaron en el barrio antiguo de “Lo Campino”.
Conformaron
su hogar junto a sus hijos Marisol, Marisa, y Víctor.
La música y
el deporte dejaron el primer plano y otras responsabilidades de la vida les
condujeron a las alegrías y los pequeños detalles del hogar, se volcaron en la
búsqueda de la felicidad a través del trabajo y el bienestar social.
Eran las
difíciles década de los años setenta y ochenta. Los niños crecieron.
La familia
se multiplicó y ya sus hijos no fueron tres, sino que fueron siete: Paola,
Olga, Denissio, Roberta.
Una familia
unida y luchadora, en las adversidades y en las alegrías que provocaba el
respeto de todos sus amigos y vecinos.
Elizabeth Puebla,
forma parte de nuestro pueblo, de nuestras tradiciones y de nuestra historia,
es reconocida por todos como dirigente vecinal y como líder de los gremios de
educación, incansable en sus proyectos de progreso, de justicia y de
participación social.
Por esta
razón están acá sus vecinos por los que tanto luchó y los que tanto quería.
Por la misma
razón están acá los trabajadores de la educación a los que siempre trató de
proteger.
Ella, forma
parte de aquellas historias que sólo han conservado los Quilicuranos más
antiguos, forma parte del amor a la
tierra, el amor a las plantas, el amor al pueblo y a sus tradiciones.
Forma parte
de aquella gloriosa juventud de los años sesenta, donde con tanto idealismo
construimos el mundo y donde la vida nos hacía felices con tan pequeñas cosas…
Precisamente
la he venido a despedir a nombre de aquella generación, en el nombre de tantos
que han partido ya, y que se quedaron como nosotros con el corazón lleno de
amor por nuestra tierra.
Queridos
amigos: de las virtudes, de las debilidades, de las fortalezas de su intimidad,
nos hablaran sus hijos, sus sobrinos, sus nietos, sus más cercanos.
Lo que
muchos de nosotros no sabíamos, es que hace más de un año, una cruel e irreversible enfermedad comenzó a minar sus
fuerzas y su vigor.
Es así como
nos ha dejado al terminar este mes de agosto, provocando una profunda
consternación entre los que la conocían y la recordaban, sabiendo que las
fiestas familiares ya no serán lo mismo sin ella, sabiendo que las actividades
del gremio de la educación ya no serán lo mismo sin la “Eli”.
Y aunque se
cumplieron muchos de sus sueños, el sueño en lo íntimo de su corazón, de ver
crecer a sus nietos, de verlos transformados en profesionales, ya no será
posible.
Sin embargo
su historia y la forma de vivir la vida se prolongarán en sus adorados nietos
Víctor, Christopher, Nicole, Javiera, Camila.
Por mi
parte, yo cumplo con lo que en más una oportunidad hablamos en las hermosas
veladas del centro cultural, donde la vida nos unió por algunos años y pronuncio
estas palabras para ti.
Ese día era
impredecible, pero ha llegado.
Te
encontrarás en la eternidad con aquellos
Quilicuranos de ayer y seguramente echarán a volar los recuerdos.
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