domingo, 21 de febrero de 2016

LUISA DEL CARMEN PEREZ CARRASCO


TESTIMONIO DE FE Y ACCIÓN EN NUESTRA ALDEA
Hoy Quilicura crece y se expande.
Hoy conformamos una pequeña ciudad donde la identidad nos ha dejado y nos hemos transformados en desconocidos, que caminan por sus calles y por sus centros comerciales.
No siempre fue así.
No hace mucho, Quilicura era una pequeña y apacible aldea donde convivían la naturaleza, las tradiciones y las familias.
No hace mucho, cada año la primavera nos visitaba trayéndonos los aromas de la nutrida flora que componía el paisaje.
No hace mucho todos nos saludábamos y compartíamos lo más simple de la vida.
Fue el Quilicura que en todo su esplendor le correspondió vivir a una de nuestras  más connotadas vecinas.
Era la década de los años treinta, cuando el matrimonio de Ricardo Pérez y Victoria Carrasco levantaron su casa en el antiguo sector de San Luis, en la calle  San Martín que no se extendía más allá de unas cuatro cuadras.
La calle san Martín en aquellos años era como un gran patio por donde no circulaban vehículos.
Por entonces no éramos más de treinta  mil habitantes.
La mayoría campesinos, inquilinos gente del campo que muy de madrugada caminaban a sus labores con las herramientas sobre sus hombros.
Las urgencias y la prisa no existían para los Quilicuranos, la vida era lenta y parecía que se detenía en cada invierno o en cada verano, en cada estación
Nada alteraba la paz y la quietud y ya cerca de las nueve de la noche nadie caminaba por el villorrio que encendía unas débiles farolas.
En esta quietud, el día 13 de noviembre del año 1939 nació Luisa del Carmen Pérez Carrasco. Era una pequeña niña que compartía los juegos de muñecas y rondas con sus hermanas Dominga, Eliana y Sylvia.
En aquella época, Quilicura sólo contaba con un establecimiento educacional en el sector del pueblo y allí en la Escuela N° 165, transcurrieron sus primeros años de estudiante.
Como todos los hogares de aquellos días, el esfuerzo, las privaciones y el sacrificio constante, lograron que a los 17 años, en un Instituto Comercial  de la capital Luisa se titulara como secretaria dactilógrafa.
No era nada fácil, la comuna sólo contaba con un medio de transporte y el viaje diario hacia Santiago suponía mucho tiempo.
Pero esforzados niños y jóvenes de aquella generación lograron quebrar  el destino y obtener un título.
Esto le permitió muy joven,  ingresar como funcionaria a la entonces Ilustre Municipalidad de Quilicura.
El edificio consistorial municipal hasta el año 1980, funcionó siempre en una antigua casona de piedras ubicada al costado norte de la plaza de Quilicura. Actualmente Dirección de   Obras Municipales. 
Allí Luisa Pérez, inició su vida laboral que perduraría por  mucho más de treinta años.
Fue precisamente en este lugar de servicio público donde un día conocería a quien fuera su esposo hermano y compañero para toda su existencia, Se conocieron con Luis Fermín Martínez Abarca, en el año 1965  y antes de cumplir una año de noviazgo, se casaron en la Iglesia de los Carmelitos, de Independencia con Mapocho el día 27 de enero del año 1966.
Constituyeron su hogar en la calle Guardia Marina Riquelme 190, en el apacible lugar donde convergen las calles Serrano y Los carreras. Sector del llamado “pueblo” de Quilicura.
Allí, junto a todos los antiguos vecinos del sector iniciaron la nueva etapa que traería a sus vidas una hermosa familia: Mario, Pamela, EInela.
Al igual como había ocurrido en su hogar paterno, los niños crecieron en lo que se reconoce como un verdadero hogar, con la máxima felicidad pero también con los problemas cotidianos. Se vivía esas maravillosas e inolvidables vacaciones de estío en el campito de “Villa Alegre”, San Fernando, herencia de los abuelos paternos de Luis Fermín.
 Sin embargo no se puede dejar de mencionar las inquebrantables  tradiciones cristianas,  inspiradas en el evangelio y en el mensaje de la misión apostólica.
Allí en el barrio, una casa de madera, acogedora y abierta a los vecinos y amigos de la  comunidad se trasmitía la fe de una forma natural, y donde  muchos jóvenes podían llegar a sentir que también era su casa, pese a las precariedades en que se vivía. Allí en esa intimidad, muchos fueron salvados de la drogadicción, y el alcoholismo.
En ese ambiente de fe y de convivencia armónica, crecieron los hijos con los preceptos de la Misa dominical, la vida en oración  y los paseos hacia los lugares más simples de Quilicura, los cerros y los  esteros, bajo los sauces.
Luisa Pérez fue una de las fundadoras de la Acción Católica al inicio de los años sesenta, en la Parroquia de Nuestra Señora del Carmen y  durante toda su vida ella, su esposo y sus hijos permanecieron ligados a la pastoral.
Años más tarde organizarían los “encuentros matrimoniales” lo que les permitió entrar en contacto con muchos vecinos de la comuna como de otras comunidades cercanas. No había más intención que ayudar a otros desde el evangelio. Tanto ella como su esposo, siempre fueron testigos del amor de Dios expresado en los sacramentos de la Iglesia. Es lo que les mantuvo unidos como matrimonio y como familia hasta la muerte de su esposo Luis.
Pero no fue lo único en su vida, también era amante del fútbol y desde muy pequeña y hasta su juventud, formó parte del Club “Biblioteca” de nuestra comuna y vibraba con los triunfos del equipo de la camiseta verde, en las gloriosas tardes de los domingos en las antiguas canchas de nuestro pueblo.
Por entonces Quilicura se movía entre la fe y las jornadas de fútbol.
Luisa fue elegida por la comunidad, como  “Reina de la primavera”.
En el campo laboral fue una funcionaria ejemplar. Pudo adaptarse a sus jefaturas políticas sin problemas, realizando su trabajo con Regidores y Alcaldes de diferentes tendencias. Fue Secretaria de la Alcaldía y sin embargo su labor se prolongaba siempre más allá de las oficinas Institucionales, sus horarios y su accionar. Muchas personas llegaban a tocar las puertas de su casa en busca de soluciones a los más insólitos problemas personales, incluyendo los domingos y festivos.
Así es como la conocía la comunidad, como la “Señorita Luisa”, quien tenía un trato muy amable y muy serio con todos los vecinos. Y aún hoy, así es recordada por los vecinos más antiguos de nuestro pueblo.
Luisa fue la primera Directora de las organizaciones comunitarias.
También se desempeñó como Actuaria en el Juzgado de Policía Local.
En el campo gremial, con mucho esfuerzo, en época de gran efervescencia logró crear la primera Asociación de Funcionarios Municipales donde ocupó el cargo de presidenta.
La señorita Luisa fue muy conocida  y reconocida por todos los funcionarios, por la comunidad y por las emergentes organizaciones e instituciones de la comunidad.
Su labor fue muy fructifica y en muchos casos extremadamente anónima
En el año 1973, formaba parte de la cruz roja y debió presenciar y participar de forma humanitaria en uno de los hechos más cruentos de nuestra historia. Como integrante de la cruz roja debió atender a los prisioneros del estadio nacional de Santiago.
Siempre logró combinar sus accionar en todas las áreas en que le correspondió vivir en nuestra  comuna, como hija, como esposa y como madre.
Junto con Luis, fueron catequistas  de la Parroquia, bajo la Dirección espiritual  del párroco, padre Gerardo Parent, lo que significaba una acción pastoral permanente que no tenía horarios y donde necesariamente, debieron incorporar a sus hijos para visitar a los enfermos o para asistir a las personas en los instantes de mayor soledad y dolor.
Su vida ha sido un incesante trabajo y su actitud siempre activa frente a los demás.
Luisa además,   fue presidenta del club de la tercera edad “amor y paz” de la  “Villa Arturo Prat.”.
 Hubo dos momentos de mucha debilidad que marcarían para siempre su vida: La muerte de su querido y amado esposo le provocaría un dolor y una angustia de la que no se recuperaría nunca más, porque la promesa de amarlo hasta que la muerte les separara, siempre fue algo muy real y encarnado en su fe.
 Por otra parte, una cruel enfermedad le privaría de seguir con su vida laboral y aunque en ocasiones recibió algún tipo de reconocimientos, es probable que muy pocos recuerden su accionar en beneficio de los más débiles.
Y en el contexto de su enfermedad, cabe mencionar su desempeño como miembro del Voluntariado en el Instituto Nacional del Cáncer, hasta hace muy poco tiempo.
En el  reposo de  su hogar, en ocasiones  le invadía  la  melancolía y tristeza.
Sin embargo, su mayor felicidad la constituían  sus hijos y los ocho nietos que día a día deambulan alegremente por cada rincón de su casa, contándoles sus aventuras, alegrías, triunfos, y proyectos en los que siempre ella estaba  incluida.
Era  para ellos la “mejor de las madres y la más ejemplar de las abuelitas”
Gran  orgullo para Luisa, sus  nietos Claudio y Freddy  ya titulados como  profesores de educación física.
En la intimidad de sus pensamientos, entre la melancolía y la nostalgia, extrañaba el vigor de antaño y el sinfín de actividades que siempre realizó a favor de la comunidad.
Extrañaba cada  día,  sin duda,  aquel Quilicura de ayer que ya no existe,  el asistir a la antigua Parroquia de adobes Nuestra Señora del Carmen, ver y conversar con los antiguos  y queridos vecinos del barrio.
Ha fallecido en una calurosa tarde de este mes de febrero y a los más antiguos que habíamos convivido con ella, nos deja en una profunda consternación.
Es doloroso pero real, que se deshojan los iconos de Quilicura.
Hay una cosa cierta, el camino a su eternidad está plagado de la luz celestial.

Luisa del Carmen Pérez Carrasco

Descansa en paz

1 comentario:

  1. Y ahora vas a el encuentro tu Mario Monasterio
    Que en Paz descanses ¡¡¡

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