jueves, 8 de noviembre de 2012

JEANNETTE SANHUEZA MÉNDEZ


TU OFICIO, UN TESORO EN EL CAMBIAR DE LOS TIEMPOS.



Jeannette: 

Algo tarde y nerviosamente te he escrito estas líneas, aunque de veras, me hubiese gustado mucho hacerlo antes, como debió haber sido.

 No obstante, debes saber que estos pequeños fragmentos que ahora leo, forman parte de ti y de la esforzada existencia, que como tu misma definías:
“Esta es la vida que me tocó vivir...” 

Escribir estas crónicas es algo así como un deber que me he impuesto y forma parte de la naturaleza del artista que tú conociste y a quien tanto respetaste.
Escribo sobre la gente valiosa y anónima que dejó este planeta y a quienes yo conocí.
Escribo sobre la gente anónima de mi tierra, quienes edificaron parte de nuestra pequeña historia y se fueron sin homenajes, sin reconocimientos y sin la gloria.

Tú debes saber y ahora lo comprenderás mejor, que para la sociedad hay personas muy importantes y que la historia les recuerda, están en los libros, hay calles, plazas y lugares que llevan su nombre.
En la inmensidad y en la cosmogonía que tú ya conoces, eso poco significa. Porque son las vidas más simples las que engrandecen nuestro planeta.
Precisamente son estas personas las que hicieron su tránsito por esta tierra, fueron envueltos en la simplicidad y se fueron un día casi sin dejar huellas, son las almas anónimas que  registra el libro de la vida y cuyos nombres están inscritos allí.
Acá en Quilicura, la vida y las circunstancias, también son así.
Porque tú, has ido por la vida marcada por esa simplicidad.

Te acordarás que hace muchos años, al término de la década de los 80, cuando tu y yo nos conocimos, en esta tierra de tres piedras, no éramos  muchos.
Cada cual nos conocíamos y sabíamos de nuestras familias, de nuestros hijos, de nuestra historia, de nuestras amistades, de nuestros sueños y frustraciones.
Quilicura era una pequeña aldea que nos escondía  secretos para sus hijos, por lo tanto era otro el aire que respirábamos y otra la convivencia que se generaba entre nosotros.

Ese es el pueblo que tú conociste y que nuestros padres y abuelos habían visto y que permaneció en sus retinas:
Las miles de aves al amanecer, la brisa que traía el perfume de las flores desde el cerro, el silencio y la paz al anochecer y la calidez de toda su gente modesta y esforzada.
Quilicura aún entonces guardaba  la esencia de un pueblo provinciano que distinguía la singularidad de sus barrios con apelativos tan simples:
"La gente de la estación. La gente de las parcelas, la gente de San Luis, la gente del pueblo…"
Y aún hoy, no hace mucho tiempo tú podías reconocer la antigüedad de los vecinos tan sólo al escuchar como se expresan de sus barrios.
Entonces éramos identificables y sentíamos en nuestro corazón la pertenencia a nuestro pueblo y a nuestras raíces,
Quiero decir
Entonces en esos años, tú sabías que yo era del "pueblo" y yo sabía que tú eras de "san Luis".  
Quilicura por entonces deambulaba entre el progreso en cierne y sus tradiciones y costumbres de pueblo rural.
Era una pequeña lucha

Finalmente hubo un vencedor, porque a mediados de la década de los noventa, la nostalgia por nuestro pasado se vio convulsionada por decenas de nuevas villas y sectores que cambiaron el mapa que conocían nuestros padres y abuelos...
Y una de ellas fue la Villa San Lucas.
Allí vivías tu, y nada ya fue igual.
Ya la gente no se reconocía en los micros y las calles se transformaron en una pequeña ciudad.

Sin embargo yo me enteré por tanta gente que te conocía, por tantos amigos; que tú venías de Chillán.
Eran tus raíces del sur y que mucho amabas esa tierra.
Una Chillaneja que caminaba por nuestras calles y que pisaba nuestro suelo. Eso te hizo ser una más de Quilicura.
Eras  quilicurana y convivías a diario con nuestra gente, con sus vecinos, con nuestros niños y especialmente con nuestros jóvenes.
Era tan natural el encontrarnos en los lugares más diversos y con los motivos más extraños.
Porque sin dudas, eras mucho, mucho más que la secretaria del complejo educacional.
Es probable que muchos te conocieran allí, atendiendo siempre los múltiples quehaceres de un recinto educacional, sin embargo tú vida y tu historia eran mucho más que aquello., algo más extensa. Algo más fecunda, algo más ejemplar.

Construiste tu propio mundo.
Sabemos que viniste de aquel pueblo lejano para cambiar tu historia y tu suerte.
No venías de un hogar feliz porque tempranamente la vida te arrebató la ternura del hogar paterno. Eso ya lo sabemos, no es tu culpa.
Y para abrirte paso entre nosotros y vencer las trabas de la vida, actuaste con el rigor, con la constancia y con el esfuerzo que eso significa.

Debo hablarte de la historia. 
En la década de los años ochenta nuestro país vivía una grave crisis.
En virtud del gran desempleo que hubo en Chile, se crearon los programas de empleo básico para jefes de hogar, casi una miserable dádiva, una bofetada para la gente más pobre y sin oportunidades.
Cientos y miles de personas rebuscando la vida a costa de privaciones sacrificios, desvelos vergüenzas y humillaciones.
 Una de ellas, eras tú.
Nada era  fácil entonces.
Llegaste a buscar una oportunidad y construiste tu destino para llegar a ser secretaria, algo así como el sueño de tu vida.

Y cuidarías ese oficio como un tesoro, porque eso te vinculó a la vida laboral y porque eso te ligó con nosotros, los que trabajabamos  en la educación.¿Recuerdas esto verdad? 
"Mantén el interés por tu propia carrera , por humilde que sea, pues es un verdadero tesoro en el continuo cambiar de los tiempos."

Y por eso siempre fuiste la secretaria de educación donde quiera que te encontraras, en el departamento de educación en el Liceo Humanista, en el complejo educacional.

Todos hemos escuchado lo mismo acerca de de ti y de tu desempeño:
Siempre eficiente, siempre hermosa, siempre sonriente, siempre solicita, siempre atenta, siempre respetuosa.
Tal parece que tenías ya dos amores definidos. La tierra de tus raíces y el trabajo acá en nuestra comuna.

Hace poco más de una semana nos dejaste, era el domingo 28 de octubre, un día de mucho ajetreo y en este convulsionado mundo que vivimos, pareciera ser que la muerte es como un accidente.

Pero no, hoy sabemos por intermedio tuyo que todo es real, que todo fue real.
Y esto era lo real.
Y era verdad que Jeannette Sanhueza nos había dejado, porque al día siguiente, esa mañana del lunes todo se consternó y nerviosamente apenas nos dimos cuenta de tu partida.
Al menos es lo que me sucedió.

Hoy es una nueva experiencia. Otra oportunidad.
A tus amigos y compañeros les vino el deseo y la necesidad  de rezar por ti y por eso nos hemos traslado hasta este templo.
Algo grande que tu historia y tu deceso provoquen eso en los demás.
En esta Parroquia, en este templo, nos hemos visto en más de una ocasión y hoy han venido a compartir esta liturgia, los alumnos, los profesores, los vecinos  y mucha gente que te conoció, que te amó y que te admiró.

Había pendiente para ti una despedida

Pero no podías quedarte sin recibir esta carta y estos sentimientos.
Del mismo modo que me respetabas, estoy convencido que respetabas a todos, del mismo modo que me sonreías, sonreías a todos.
Es mi deuda de gratitud y la cancelo haciendo pública una parte de tu existencia, sólo una pequeña parte.
Y te aseguro que Formarás parte de la historia de mi pueblo y muchos sabrán de ti y de tu labor.

Seguramente que has recorrido el camino de la eternidad, has visto la hermosura de los ángeles y descubriste que en el paraíso todas las lágrimas se enjugan, todos los rostros sonríen y las flaquezas y las tristezas no existen.
No hay dolencias.
Todo es justicia y paz.
Estas en la dimensión celeste que no puede describir ninguna de nuestras palabras y disfrutas las imágenes que para nosotros son inefables.
  
Tus hijas Gianinna e Ivanna  llevan tu sangre y tu temple. Están acá junto a nosotros.
Puedes estar segura del orgullo que significas para ella. Y te admirarías de cómo se trasluce tu mismo  espíritu en sus semblantes.

Muchas gracias porque formas parte de la historia de mi pueblo.
Muchas gracias porque estuviste ligada a la hermosa misión que significa la enseñanza.
Muchas gracias por tantos jóvenes que acudieron a ti y hubo una respuesta para ellos.
Muchas gracias Jeannette Sanhueza Méndez por haberte conocido.
De mi parte un abrazo para mis padres que se encuentran por allá.
Y el día 14 de febrero de cada año, habrá algunas rosas sobre tu lápida

Esta asamblea que no pudo reunirse contigo el día de tus exequias. Hoy si, te dice adiós y te despide como siempre lo quisimos hacer.


4 comentarios:

  1. Mi más sentido pésame a sus hijas y a todas las buenas personas que la hicieron felíz en su vida. Antonio.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hoy hace un año que te fuestes al cielo. Los que te querían, te siguen queriendo y no te olvidan. Siempre estarás en nuestros corazón. Antonio

      Eliminar
  2. Jeannette,hermosa mia...Recien hoy,me entero de tu partida...
    Fuiste ,sin duda,el amor de mi vida...En este momento, te lloro y te añoro mas que nunca.Recuerdo retazos de nuestro amor,nuestro gran amor...Tu recuerdo no se ha marchado desde que te vi partir de mi lado y ahora que me entero de tu partida,el corazon se me aprieta y no dejo de llorar...Viviras en mi por siempre.
    Carlos

    ResponderEliminar