viernes, 10 de enero de 2014

VIOLETA JAVIERA PEÑA QUINTANA


CUANDO SE TRUNCAN LOS SUEÑOS...


Hace 55 años en la Comuna de Barrancas había nacido Violeta Javiera Peña Quintana, era el mes de febrero del año 1955.
Por entonces la vida era sustancialmente diferente a los que hoy nos toca vivir.
Barrancas era una comuna muy popular enclavada en lo que es hoy Lo prado o Cerro Navia.
Nosotros estábamos distanciados por el tiempo y el espacio y seguramente nada hacía presagiar que un día cruzaríamos nuestras vidas.
En un hogar de trabajo y esfuerzo los padres de Violeta, Hugo y Enrique habían criado y educado a sus ocho hijos.
Vivía pues la familia Peña Quintana en esa localidad junto a sus hijos: Mireya, Violeta, Hugo, Katty, Osvaldo, Juan, Rodolfo y  Mario.
En el año 1976, en Quilicura se creaba la Villa Huelén y un conjunto de familias de distinta naturaleza poblaba los terrenos que por mucho tiempo fueron viñedos y huertos.
Las circunstancias de la vida motivaron que esta familia se estableciera en esta comuna de Quilicura y que a partir del año 1977 se iniciara una nueva etapa para ellos.
Por entonces esta tierra aún mantenía algunas tradiciones y se dejaba respirar todavía un aire de pueblo rural.
Los vecinos más antiguos nos conocíamos cada uno en su sector y el sentido de pertenencia y la identidad de esta comuna, estaba arraigado en todos nosotros.
Los amigos de Violeta se dispersaban en el Mañío, en la Villa Gildemeister y esta villa Huelén. Aún por aquellos días los jóvenes se divertían en las quintas de recreo y en la única discoteca que tenía esta pequeña aldea.
Violeta se enamoró de Roberto Gallardo, que precisamente vivía en la población el Mañio.
 Este amor sustentable y feliz permaneció con ellos toda la vida. Algo que no dejan de mencionar sus hijos que observaban como Roberto mimaba con halagos y regalos a quien tanto amaba.
"Las flores no son para los muertos sino para la Violeta"
Era un amor simple pero perdurable y hermoso.
Juntos permanecieron por 31 años y tuvieron estos dos hijos Viviana y Sebastián.
Adorables hijos a los ojos de su madre que tanto les amó hasta su postrero estertor.
Era su sueño, como el de tantas familias el tener un hogar propio donde cobijarse y conservar la intimidad de una familia similar a la que ella vio desde su infancia.
Era el sueño de ambos.
Seguramente en la intimidad de las noches construirían sueños de lo que sería la vida mañana, seguramente este era el final feliz para esta familia.
Tener un departamento y allí construir la felicidad.
Sin embargo todo lo truncó la crueldad del destino.
Su amado compañero tuvo un accidente del cual no se recuperaría y no hace mucho en el mes de noviembre falleció provocando un severo golpe  a esta familia.
Era la crueldad de la vida porque unos días después recibirían las llaves de su departamento.
El sueño ya estaba trizado.
Cuando los grandes amores son interrumpidos por la muerte, el que queda guarda para si una secreta agonía y la vida ya no puede, es imposible que siga como siempre.
La muerte de Roberto, provocó en ella la más grande y secreta soledad, una soledad que se transformaría en una angustia irreversible y un sufrimiento de tristeza difícil de sobrellevar.
Su sonrisa se transformó en dolor y el dolor en una severa enfermedad que extinguiría sus sueños.
Durante siete largos meses cargó sobre si intensos dolores y angustias…

Recuerdo hoy el verano del año 1995.
Violeta recién había ingresado al área de educación y en una conversación que no duró más de un minuto, le pregunté si quería trabajar conmigo en uno de los tantos programas de verano.
Antes de que respondiera, había llegado el día lunes y estábamos junto con los  monitores y cientos de niños compartiendo las jornadas del verano.
Muy inquieta me preguntó en que consistía su trabajo y le respondí que nuestra misión era lograr que los niños fueran felices.
Ella nunca olvidó aquel episodio y menos aún los rostros de niños y jóvenes que eran felices con tan poco.
Desde aquel verano, trabajó al servicio de la educación de nuestra comuna y su aporte generoso fue la total disposición, la humildad y el gran compromiso laboral del que todos hemos sido testigos.
Y con este carácter trabajó en las Escuelas de la comuna,  en las dependencias de  Educación y ahora último en la Biblioteca Municipal.
Era por tanto una mujer de temple y de esfuerzos que llevaba dentro de si el deseo de la justicia, lo que me comentó tantas veces.
Se desvelaba por sus hijos y su familia y no medía los sacrificios.
De vez en cuando hacía un alto en sus labores y se sentaba a pensar acompañada de su infaltable y fiel amigo que era un cigarrillo que consumía con placer.
No tenía problemas con eso, no obstante que fumaba en forma intensa desde que tenía 14 años.
Le encantaba la plaza de nuestra comuna y disfrutaba de ese paisaje cotidiano como pocos de nosotros.
Es lo simple de la vida.
Su figura inconfundible delgada y erguida se trastocó y se debilitó al extremo. Nos dejó al atardecer del día 07 de enero.
Estaba junto a sus hijos al momento de partir.
En realidad era el desenlace esperado. Padecía muchos sufrimientos y era inmerecido ese tipo de vida para ella, ciertamente estaba consciente de que su viaje no tenía reversa y que estos sueños terrenales quedarían inconclusos.
En algún momento les había pedido a sus hijos que cuidaran de su cabello y que no le pusieran mucho maquillaje en el instante de la partida.
Ya sabemos que la muerte nos provoca esa sensación de angustia y de tristeza, nos lleva al llanto y al dolor y a la certeza absoluta de que a la persona que amamos no le veremos más.
Es parte de nuestra mezquindad.
Sin embargo quiero expresarles a sus hijos y la familia que la dimensión incorpórea en que se encuentra Violeta es la plenitud y la paz.
Es algo así como los rayos del sol en el amanecer de la primavera.
Es una claridad diáfana cautivante, un cielo nuevo y una tierra nueva llena y cubierta de esplendores donde el tiempo y el espacio 
no existen.
Es la plenitud del espíritu y del alma en una dimensión que apenas podemos imaginar. No existen el llanto ni el dolor, ni las fatigas ni las enfermedades, es la eternidad de la belleza y la dulzura.
Desde el instante  mismo que dejó esta vida vinieron sus ángeles y le acompañaron en ese nuevo sendero.
Ella es feliz  y sus vestiduras se han vuelto blancas y su piel es tersa y diáfana.
Precisamente por eso, la iglesia católica dice que los muertos descansan y duermen en la paz del Señor.
Violeta ha ingresado a este reino de la eternidad y nosotros permanecemos acá esperando que seamos transportados.
No estén tristes.
Muy por el contrario debiera ser motivo de gozo y de alegría.

Querida Violeta
Acá nos hemos reunido, con tus hijos, con tu madre y tus hermanos, acá están tus amigos, tus vecinos  y todos quienes te han conocido, todos los que te querían.
Tu sentías un gran amor por Quilicura, por eso te despedimos con emoción y afecto y te saludamos a nombre de todos.
Estas palabras representan el sentir de todos tus amigos, de todos tus vecinos, de todos tus compañeros de trabajo, de todos los asistentes de la educación, de todos los niños que te llamaban “tía”, de todos los profesores y directivos, de toda la gente del Mañio, de toda la Villa Huelén.

Descansa en la eternidad en la alegría y en la paz.

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