En la década de los años veinte, hace ya más de 80 años, la única vía
transitable y pavimentada que teníamos acá en nuestra aldea de Quilicura, era
lo que es la actual calle Manuel Antonio Matta.
La calle Matta, serpenteaba desde el cruce de la carretera panamericana
y nos conducía hacia el pueblo…
Desde sus viejas casas de adobe y desde sus rejas de alambre, las enredaderas caían con cientos
de tonalidades de color, al mismo tiempo que la brisa movía los sauces y los álamos.
A ambos costados, las flores silvestres multicolores tapizaban el suelo
y el mágico trino de los pajarillos era el sonido que alteraba el silencio del campo.
Era un hermoso paisaje, un cielo límpido y transparente y la quietud de
la avenida casi desierta.
Luego de la antigua estación de Quilicura, pasando la línea del Ferrocarril,
aparecía el sector de “Lo Zañartu”.
Un villorrio pequeño y pobre, casas antiguas que resistían el paso de los
años y una que otra familia de las que dieron origen a nuestra querida comuna y todos sus sectores.
En este barrio de “lo Zañartu”, al que nosotros conocíamos por sus
viñedos, nació y vivió su infancia y su
juventud Lila Rosa.
Era una familia numerosa que constituían todos los hermanos de Lila:
Roberto, Julio, José, Eugenio, Teresa, Rebeca, Gloria y Juan.
El sector de lo Zañartu era un lugar apacible por donde cada día
transitaba la única locomoción que nos conectaba con la ciudad, una vieja “micro”
que iba y venía lentamente de Quilicura hasta Mapocho.
En este barrio pequeño nació Lila Rosa el día 20 de marzo del año 1928,
es decir hace 86 años.
Cerca de allí, a unas cuantas cuadras estaba la Escuela 32, la escuela de “la
línea” como todos le conocíamos, lugar donde realizó sus estudios de
preparatoria.
Allí transcurrieron sus juegos de niña y sus sueños de adolescente.
Como todos los que hemos vivido en esta tierra, de muy pequeña, de muy
joven se integró a la vida laboral, realizando su trabajo en un centro médico.
Al contraer matrimonio con su esposo don Julio Bravo, hubo de
trasladarse desde ese lugar a la
Villa San Francisco.
Su vida siempre transcurrió en Quilicura y por eso, cada día añoraba
aquel viejo pueblo de campesinos, de paz, de armonía de silencios y de
nostalgias.
Es la mirada inolvidable de quienes vivimos en este pueblo antiguo donde
disfrutábamos de la vecindad y nada aún nos contaminaba.
La vida era simple y quieta.
No lejos de la población estaba la parroquia “Nuestra señora del Carmen”
donde Lila acudía asiduamente. Y más acá serpenteando la avenida nos
encontrábamos con nuestra plaza y con “el pueblo”.
Toda una gran familia de quilicuranos reforzando cada día la fraternal
convivencia.
En el año 1985, falleció su esposo y quedó viuda experimentando la
soledad.
De su matrimonio nacieron sus cuatro adorados hijos con los que
compartiría el resto de sus vidas: Sergio, Carlos Bernardita y Liliana.
No es fácil la viudez, por eso Dios le ha dado una protección especial.
Y desde allí se iniciaría una nueva etapa en la existencia.
Conocí a la señora Lila, cuando yo trabaja como profesor en la Escuela 337 de esta
querida población “El Mañio”.
Habían llegado a la calle Condell y su hija Bernardita era mi alumna en
los cursos de la enseñanza básica.
La señora Lila, era una mujer seria y de aspecto distinguido.
Tenía una postura altiva y era capaz de expresar con fuerza sus
opiniones, era una mujer muy respetuosa y amable que tenía en gran estima la
profesión del maestro, era una mujer respetada, como lo era toda su familia.
También era parte de sus sueños el que sus hijos recibieran la educación
adecuada y que se comportaran siempre como una familia unida.
Era un mujer que necesitaba de los demás y que podía servir a los demás.
Pertenecía a los centros de madres y recuerdo que junto a otras antiguas
quilicuranas fue una de las fundadoras del partido Demócrata Cristiano, tiempos
de lucha y de dificultad, donde nada se hizo fácil.
Era en estas organizaciones donde se expresaba el amor a la tierra y a
nuestra comunidad.
Hace unos dos años, una cruel enfermedad le hizo la factura de la vida y
le sobrevino una demencia senil.
Junto a ello un serio trastorno vascular la afectó de tal manera que la
dejó inmovilizada y postrada en estos últimos meses.
Luego de una larga e inexplicable agonía sus días terminaron.
Falleció la tarde del día 09 de abril rodeada de sus hijos.
Sin duda que todo quedó saldado con ellos y con todos nosotros.
Hoy, los que compartieron su historia han venido a despedirla en este
adiós postrero.
Hermanos, hijos, nietos, bisnietos, tataranietos, parientes amigos y
vecinos, nos hemos congregado para que ella se vaya en medio de la paz desde
este planeta.
Lila Rosa Russ Peña, descansa en el sueño eterno.
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