UN PADRE, UN DEPORTISTA, UN DIRIGENTE...UN HOMBRE
He acá un hombre ligado fuertemente a la historia de nuestro pueblo, alguien que iba y venía por las calles de mi pueblo y por los caminos y barrios del ayer.
Me informaron de su muerte y a mi memoria llegaron las
imágenes de los años sesenta.
Es inevitable que frente a su deceso, yo les hable de
una época dorada y hermosa que ya no existe.
El tiempo, el
progreso y la modernidad se han llevado todo lo auténtico que teníamos, lo que
siempre fue nuestro, lo que todos estos antiguos quilicuranos que se encuentran
acá vivimos algún día.
Y si algo nos identificaba por aquellos años lejanos,
si algo era nuestro, eran las tardes de fútbol, aquellos inolvidables
campeonatos en que no sólo estaba en juego el resultado del partido sino también
la alegría de todo un barrio.
Y nuestros barrios eran muy definidos, muy propios y
fácilmente identificables.
El barrio de la estación, el barrio de las parcelas,
el pueblo, san Luis, la villa…
Y cada club era en esencia un barrio.
El club deportivo defensor Quilicura estaba en el
corazón del pueblo.
De hecho su campo deportivo como recordarán los más
antiguos, estaba acá en el centro, en un terreno de la calle José Francisco
Vergara.
Era una cancha con la personalidad de ese club.
Rodeada de arbustos de acacias y de álamos.
Ahí se disputaban intensos encuentros deportivos con la rivalidad
manifiesta de otros equipos como el cóndor, biblioteca o san Luis.
Ahí es donde surgió la figura del “chuma”, de Tomás
Meléndez, un hombre identificado con los colores blancos de aquel equipo que él
mismo junto a otros amigos, fundara a fines de julio de 1962.
Nosotros ya sabíamos que era un defensa infranqueable
y que su figura infundía respeto en el área frente a cualquier adversario.
Tomás Meléndez, era oriundo de Curicó; había nacido el
21 de diciembre del año 1943, cumpliría los 70 años en el próximo verano.
Era uno de los cuatro hermanos que nacieron del
matrimonio de Italia Milano y Clodomiro Meléndez: Clodomiro, Yudicta, Leonora y
Tomás.
Constituyeron junto a ellos, sus otros hermanos
Francisco, Italo, Wilibaldo, un gran núcleo familiar.
En su juventud Tomás fue funcionario de un
laboratorio, pero posteriormente fundó junto a otros amigos comerciantes el
mercado de Conchalí donde creó la
pescadería “la gaviota” a lo que le dedicó toda su vida.
Un gran trabajador que siempre estuvo preocupado de
las personas que laboraban junto a él.
Tenía apenas 23 años cuando contrajo matrimonio con
Ana Mena Alarcón, mujer que pertenece también a otras de las familias y apellidos
emblemáticos de los auténticos quilicuranos de ayer, la familia Mena.
Junto a su esposa conformaron un hogar con tres hijos
Tomás que le esperaba desde el nacimiento, en el cielo, Ana y Marianette.
Dicen de él sus hijas, que era un hombre muy correcto
que inculcó en ellas los valores de la generosidad y la bondad. Un padre
estricto pero de un corazón gigante que muy pocas veces expresaba su ternura
porque siempre mostraba su figura de padre inquebrantable.
Pero no es así, como yo le recuerdo.
Durante muchos años yo trabajé como profesor de la Escuela de esta población
el Mañío.
Fui profesor de sus hijas cuando eran pequeñitas y se
iniciaban en la vida escolar, ellas se acordarán de tantas actividades y hechos
que vivíamos con los niños de aquella época y que no son repetibles por estos
días. El mundo ha cambiado y la educación en ningún caso tiene la simplicidad y
la entrega de ayer.
Fue en aquellos cursos
de la básica de los años setenta cuando un día conocí al padre de Anita
y Marianette. Era “el chuma “; Tomás,
con quien me había encontrado años antes en las canchas de fútbol y que me
parecía por el contrario, un hombre de una paternidad tierna generosa y
protectora.
En las horas previas, les hablé a sus hijas de que
quería despedir a su padre como lo hago esta tarde, no imaginado quizás que
junto a ello, les hablaría de mi pueblo
y de mi gente, que junto con ello les recordaría sus años escolares en la
escuela 386, cuando les ayudaba a superar sus dificultades escolares.
Hermosos e
inolvidables recuerdos para todos los que fueron alumnos de aquellos años, en
esa Escuela tan querida.
Y como los hombres valiosos siempre dejan huellas, no
me extraña encontrarme con tanto rostro conocido de hace algunos años.
Entonces, nuestro pueblo era un lugar de paz, sin violencia, sin riesgos, y con
familias y vecinos que compartían los éxitos y los fracasos, en un territorio
que nos pertenecía a todos.
Los hombres valiosos arrastran a las generaciones y
dejan un legado invisible.
Este hombre deja como legado a su familia, a sus
vecinos a sus amigos y compañeros un alto concepto de la justicia, la equidad y por sobre todas las cosas una generosidad en que se entrecruzan la bondad y la caridad
junto a una vida aquietada y sencilla.
Un hombre que amaba entrañablemente a los animales pequeños e indefensos y que
seguramente por ello se creó más de un problema con otras personas.
Quien ama la naturaleza, las plantas y los animales es
capaz de descubrir la verdadera
naturaleza de Dios. Porque Dios es el
creador de todo.
Podemos definir a Tomás Meléndez como un quilicurano de corazón, alguien que se
lleva parte de nuestra historia, la historia del fútbol en las canchas de tierra, la historia de sus amigos y
compañeros que compartieron en el campo de juego triunfos y derrotas.
Acá están los antiguos muchachos del club Defensor
Quilicura y los antiguos jóvenes que conformaron un día el club Unión
Quilicura.
Acá hay amigos del ayer y toda una familia que siente
una gran perdida.
Seguramente si nos remontáramos sólo a algunos años
atrás, cuando en esta comuna todos nos conocíamos y éramos parte de una gran comunidad, esta capilla hubiese estado
repleta.
Hoy se han acentuado las distancias y las costumbres
de ayer se han ido diluyendo.
Sin embargo estamos cumpliendo con sus deseos.
El quería que sus restos permanecieran acá.
Amaba esta
capilla San Gerardo y a su párroco.
Tenía un inmenso amor por la virgen María y sentía
especial devoción por el Padre Alberto
Hurtado por el Padre Pío y por el papa Juan Pablo II.
No puedo dejar de sentir consternación cuando gente
como Tomás nos deja.
Debe ser seguramente que conozco esta tierra desde
siempre y siento que un pedazo de nosotros se va con ellos, debe ser porque se
desmorona la historia y quedan muy pocos entre nosotros para poder contar las
historias verdaderas.
Un gran abrazo a sus hijas, mis condolencias para su
esposa y para toda su familia.
Sus cuatro nietos
y sus dos bisnietos, un día no muy lejano leerán esta historia y estarán orgullosos del “Chumita”
En el nombre del Quilicura antiguo, nosotros te
decimos: hasta siempre…
QUISIERA CONOSER A TOMAS
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