Al inicio de los años setenta, cuando el mundo se convulsionaba con la revolución de las comunicaciones y la efervescencia de los movimientos sociales alteraba la pasividad de nuestros países latinoamericanos,en esos años, la familia Chiessa Villaroel establecía su residencia en la apacible comuna de Quilicura.
La Villa Gildemeister constituida por las familias de Polpaico, se había levantado en esta comuna aún semi rural, en el año 1964 y había trastocado las costumbres y las tradiciones que por muchos años, habían vivido los quilicuranos.
Era la primera Villa que llegaba con nuevos vecinos a la comuna de Quilicura y que conviviría con los treinta y cinco mil habitantes que éramos por entonces.
Luis Alberto Chiessa Morales e Inés Coralia Villaroel Vergara, se establecieron pues, en este pequeño pueblo en la segunda etapa del programa que trasladaba a las familias de Cerro Blanco. Y acá llegaban con sus hijos Luisa, Denny, Luis, Celina, Freddy y Sandra.
En estos suelos, en esta tierra fecunda y quieta , se iniciaría el segundo capítulo de sus vidas.
Luis Alberto había nacido en Iquique, en las sequedades del norte el día 08 de marzo del año 1931, lo que significa que en algunos días más cumpliría 82 años.
Su vida, su infancia y su juventud, se forjaron en aquellas ya históricas oficinas salitreras de las que siempre sus hijos le escucharon vivencias y relatos.
En aquellos años y tal como la historia lo relata, los trabajadores utilizaban unas fichas con las que obtenían los alimentos y los enseres básicos para una difícil existencia.
Fue precisamente allí, en una "pulpería", donde Luis conoció a Inés Villaroel y el amor los unió en matrimonio hasta aquel trágico día 15 de diciembre del año 2000, cuando consternado, vio partir para siempre a la mujer que tanto había amado.
Aquel hombre fornido y activo, que practicó con tanto entusiasmo la natación, el boxeo, el básquetbol, el fútbol comenzó a desmoronarse lentamente con un desconsuelo que nadie más que él conocía.
La música, el deporte y sus aficiones quedaron en el recuerdo.
Pero sus sueños se cristalizaron.
El anhelo de que sus hijos estudiaran fue posible y también fue una realidad la vivienda que se levantó casi a pulso para que su familia se cobijara.
Había venido desde el norte con su oficio de mecánico y providencialmente se quedó trabajando en la localidad de Cerro Blanco.
La vida le condujo a vivir en las miserables casas de "lata", pero sería algo transitorio puesto que merced a su esfuerzo y perseverancia pudieron conseguir algo mejor.
Junto con su familia permanecieron en la comuna de Lampa y finalmente el destino les esperaba acá en esta generosa tierra de Quilicura.
Fueron las mejores años de su vida, los de mayor felicidad junto a su esposa y cerca de sus hijos. Años de intensa vida hogareña en que se patentaron los valores que sus hijos no olvidaron:
La honestidad, el respeto, la humildad, la solidaridad pero por sobre todo ello, el dialogo familiar y la confianza para permanecer unidos. Porque según como él mismo dijo muchas veces el dialogo y la confianza evitan las disputas inútiles.
Acá hemos escuchado a sus hijos hablando de estos valores.
Eran aquellos inolvidables momentos del día domingo luego de la mesa familiar, donde el corazón se habría de par en par y nada queda pendiente.
Su vida podría resumirse en dos palabras, la familia y el trabajo.
Pero definirlo así sería algo mezquino, puesto que sus amigos y vecinos le recuerdan con la sencillez y la alegría por la vida. Como ha dicho su hijo Denny: "Con él, no había penas, pero esto no significa que las penas no existieran".
El fatídico accidente de su esposa y los incesantes años de trabajo le cobraron unas factura y su salud se deterioró.
Hace dos años, el alzheimer se hizo cargo de su su vida y una severa intervención intestinal le provocó una invalidez.
Eran las 21 horas del día jueves 17 de enero cuando sus hijos tomados de la mano, en la intimidad de la casa de reposo hicieron la última oración por su padre.
Luego de aquello, el desconsuelo, la soledad y la resignación.
¿Cómo podremos resumir en unas pocas palabras una historia de 82 años? -Preguntaba entre sollozos su hijo Freddy.
Y he acá la respuesta.
La historia vivirá por siempre en sus raíces, en el corazón de sus seis hijos.
Pero no quedará ahí.
La historia la conocerán sus once nietos y vendrá otra generación con sus ocho bisnietos.
Y dirán llenos de orgullo que hubo una vez un "tata", que al golpear la puerta llamaba "Napoleón" y que se trataba de un hombre fuerte, amable optimista y alegre.
Por mi parte, Luis Alberto, te pido que cuando te encuentres con mis padres en la eternidad, quienes mucho te querían , les digas que nosotros estamos bien y que ellos permanecen en nuestro corazón y en nuestra memoria cada día.
Tìo Mario: agradezco enormemente sus hermosas palabras que relatan una vida de sacrificio, trabajo, esfuerzo y felicidad. Mi tata siempre estarà en nuestros corazones y con este espacio que usted ha creado espero siga en la memoria de este Quilicura que lo viò prosperar junto a su familia.
ResponderEliminarGabriela Chiessa
Mario, acabo de leer esta hermosa historia de vida que le escribiste y leiste el dìa de la partida de mi papito. Gracias por resumir de forma tan emocionante nuestra vida junto a èl. No puedo evitar llorar al leerlo.
ResponderEliminarGracias por la dedicación y el cariño.
Sandra Chiessa