jueves, 27 de octubre de 2011

ERIKA DEL CARMEN MEDINA SHUTERLAND

       UNA PASIÓN : EL TENIS DE MESA
 En el año 1973, Erika Medina se encontraba en China participando en un  campeonato internacional de tenis de mesa. Luego de muchos torneos y competencias fue la seleccionada Nacional para participar en los juegos Asia-África-América latina.
El torneo internacional de enorme exigencia posibilitó que ella fuera rankeada en el décimo sexto lugar del mundo, disputando codo a codo cada set con las mejores exponentes del planeta.
Entonces tenía 23 años
Las noticias en aquel año no tenían la rapidez con que las conocemos hoy, de tal manera que su familia debió esperar más de un día para conocer los resultados. Y no sólo eso.
También en Chile la historia se interrumpía abruptamente. La orgullosa historia democrática de nuestra patria se alteró en sus cimientos, cuando una junta militar asumió el poder luego de un cruento golpe de estado el día 11 de septiembre.

Erika debió permanecer en el extranjero, en un país desconocido escuchando seguramente las alarmantes noticias que venían desde su patria.
Este fue uno de los mayores éxitos de su carrera deportiva que para nuestro país pasó inadvertido, sin embargo para ella quedó grabado en uno de sus tantos trofeos. Y jamás olvidaría aquella experiencia.
Su vida giró en torno al deporte, a la pasión por el tenis de mesa que había comenzado desde su infancia.
Tenía 11 años de edad cuando participó en el campeonato infantil de Coyhaique, en el año 1961 y a partir de entonces los eventos, los campeonatos, los viajes, las derrotas y los triunfos ya no cesaron. Innumerables títulos, cientos de medallas, reconocimientos y trofeos en todos los rincones del país, en América y en el mundo…
Su amor por este deporte lo adquirió en el barrio de Quinta Normal, y fue su tío Emilio quien con igual pasión le fue descubriendo la técnica y enseñándole cada secreto de la paleta y de los golpes y muy tempranamente la ingresó al club.
Fue seguramente allí donde se forjó el inimitable y singular servicio que desconcertaba a sus rivales.
Muchos en Quilicura, en Chile y en el mundo le conocieron por su desempeño deportivo, por la pasión en la disputa de cada encuentro y por los aplausos que obtenía al final de una de  sus lucidas  jugadas.
Pero otros tantos le hemos conocido por otros valores, lejos del gimnasio y sin equipo de competencia.
La unión del deporte y los grandes valores de su persona ameritan que esta tarde hagamos para ella este homenaje y que podamos develar acá las instancias de su vida…
Erika Medina nació en la Comuna de Quinta Normal el día 07 de enero del  1950, precisamente en el verano de este 2010,  había cumplido sus 60 años.
Sus padres Pedro Amador Medina y su Madre María Esther Sutherland, conformaron el hogar junto a sus hermanas María Elena, Emilia , Rosa, Teresa, Julia, Angelina y Carlos , quienes  participaron en los juegos y en las aventuras de la infancia en los barrios de Quinta Normal.
Sin embargo su familia fue mucho más amplia y están acá muchos que no hemos nombrado, pero que estuvieron siempre en estrecha e íntima relación con nuestra querida amiga…
A fines de la década de los años sesenta llegaron a Quilicura y se establecieron en el sector de la Villa El Descanso.
Junto al deporte, Erika compartió su vida como secretaria en la administración del cementerio General, donde trabajó por varios años.
Otra de sus labores la desarrolló en la pérgola de las flores, porque su temple de comerciante nunca lo dejó de lado…Conocía por tanto las flores, las plantas y la belleza de la naturaleza…Muchas veces le vimos llegar con saludos florales y con la simpleza de quien conoce el oficio.
Era una mujer de gran coraje, de mucho empuje y de un alto valor por la lealtad.
Sabía perfectamente de sus limitaciones por eso era su sueño permanente que sus hermanas e hijas le acompañaran adonde el deporte la llevaba. Cada año debía viajar a Perú para defender su título sudamericano y en secreto llevó la frustración de que su familia no   estuviera a su lado.
En esta vida de esfuerzo y de éxitos deportivos tuvo a sus hijas.
Margarita, Bárbara, Ivonne y Macarena…
Ellas han sido testigos de lo que significa participar en torneos y competencias nacionales e internacionales, sus hijas quedaban bajo la protección de sus abuelos, pero cada re-encuentro era la emoción de los abrazos del cariño, de los regalos, de las medallas, de los trofeos y de los detalles de cada lugar visitado.
El encuentro con su familia al regreso de los campeonatos era un gran acontecimiento para todos, porque siempre quiso que lo que ella vivía lo vivieran también los suyos.
Desde la población el Sauce, acá en nuestra comuna inició la difusión del tenis de mesa entre niños y jóvenes, muchos de los seguidores de este deporte recordarán aquellos años de la década del noventa: como su figura, su lenguaje simple y su infaltable cigarrillo convivían con reuniones y entrenamientos.
Realizó talleres, organizó competencias y preparó a los niños para la representación  comunal, pocos sabían que detrás de aquella mujer de aspecto simple había una campeona nacional y que había sido y seguía siendo representante de nuestro país…
Realizó una anónima y gran labor entre nosotros, por eso, justamente como reconocimiento a eso; vivía acá y compartía a diario con la gente del deporte.
Mujer de temple y de sacrificio, amante del juego, de las apuestas del cigarro y del comercio, no tenía barreras para ir hacia delante, ni tenía reparos para ir con sus hijas a las carreras, vivía cada día con la intensidad de un set y su corazón rebosaba generosidad…
Su vida se extinguió el martes 27 de julio a las 16.50 horas, pero en verdad ya nos había dejado hace muchos días pues se durmió en un profundo coma a raíz de un infarto cerebral y permaneció durante seis días en este estado, lo suficiente para que sus familiares y amigos la pusieran en sus oraciones y pidieran para ella el descanso en la paz.
Seguramente en algún momento de su existencia, Dios le reveló la sabiduría de la vida y con certeza vivió lo que todos nosotros decimos saber : que a este planeta hemos llegado solos e indefensos y que de  igual manera tenemos que partir.
Seguramente ya tenía muy claro que al abandonar esta tierra no nos podemos llevar nada. Por eso, como me dijo una de sus hijas, ella dio siempre todo lo que tenía, incluyendo su corazón.  Sabía que al cruzar la barrera de la eternidad  se llega sin trofeos, sin medallas, sin bienes, sin dinero y que todo lo sembrado queda como herencia para nosotros.
Tal vez uno de sus 15 nietos, o sus 05 bisnietos,  incremente un día sus trofeos deportivos y siga las huellas de su abuela campeona. No sería sorpresa.
Nosotros nos quedamos con su recuerdo, con su gran lealtad, con su cariño, con su club de tenis, con el humo de sus cigarros y con su sonrisa sincera.
Gracias por haberte conocido
Fuiste un gran valor.
Con este grupo de familiares y amigos te despedimos y te damos las gracias a nombre de Quilicura.


julio 2010










BELARMINO DEL T. MONASTERIO MONASTERIO





DESPEDIDA DE MI HERMANA MARTA A NUESTRO PADRE, EN EL DIA DE SUS EXEQUIAS









Hoy que nos hemos reunido para despedir a nuestro "papito".
Quiero relatarles unos breves pasajes de su vida.
Nuestro papá nació en el pueblo de Colina y desde muy niño sus padres se trasladaron a vivir a Quilicura, al Fundo San Luis, cercano al Cristo y vecino de la que hoy es nuestra madre.
Por entonces Quilicura tenía un aspecto muy rural, muy campesino, era un pueblo de mucha intimidad, donde todos los vecinos se conocían, se compartía las alegrías y las tristezas y se trabajaba de sol a sol sin sábados ni domingos.
El tuvo una infancia rodeada de naturaleza y con amor a ella, pero también de mucha pobreza. Recuerdo que nos relataba el dolor que de niño sentía en el estómago al no poder satisfacer el hambre. Sin embargo, pese a todas sus privaciones materiales, el era un ejemplo de rectitud, de respeto, de honradez, de trabajo, de responsabilidad, de dedicación a sus 10 hijos, a quienes quería y cuidaba por igual.
Nuestro padre trabajó desde los 10 años y escasamente sabía leer y escribir, pero luchó tenazmente junto a nuestra "mamita", que hoy está desolada, para que todos pudiéramos estudiar y salir adelante, con la convicción que era la única forma de salir de la pobreza.
Nuestro "papito" no daba instrucciones. Él con sus actos era el espejo en que uno quería reflejarse, demostrando con su ejemplo que el esfuerzo y trabajo honrado permiten una vida más satisfactoria y plena.
En nuestra casa nunca existió violencia de su parte, ni el castigo físico, verbal ni psicológico. Jamás levantó la voz a mi mamá, ni menos agresiones, sentía gran respeto por ella y sus hijos.
El era un hombre muy bueno, sencillo, humilde, dedicado a su trabajo con la convicción que de esa forma daría mayor bienestar y educación a sus hijos. 
Lo recuerdo en el Fundo Lo Marcoleta, donde vivimos algún tiempo, en pleno invierno, metido en el agua lavando el apio que después vendía en la Vega. También recordamos las tardes obscuras en que junto a él, íbamos a “tapar” los zapallos o melones para protegerlos de las heladas y aquellas noches de luna llena en que se amanecía regando las siembras en el campo.
Y no sólo eso, lo veíamos después de agotadoras jornadas de trabajo en la tierra, llegaba a casa a hacer escobas, canastos de mimbre. Hacía manualmente los aperos para los caballos, arreglaba las sillas de totora haciéndoles un nuevo trenzado y más aún, en invierno, los fines de semana, con los fríos que todos conocemos, con sus manos encallecidas y curtidas, salía a podar parras u otros árboles, y a modo de juguete, hacía unos pequeños yugos y escobitas para niños.
Mi papito no tenía vicios, no bebía ni fumaba porque no era de su agrado.
 Vivió muchas privaciones pero jamás fue una persona amargada, vivía cantando, nos decía adivinanzas, moralejas, contaba sus vivencias que eran de una gran sabiduría. Como en ese tiempo Quilicura era de escasa luz, en nuestra primera infancia no había luz eléctrica, por eso las reuniones familiares se hacían a la luz de una vela y junto al brasero donde compartíamos todas nuestras anécdotas y sueños.

El trabajo era su vida, pero no lo sentía como carga, lo hacía con alegría, con gusto, sin rencores ni resentimientos, trabajaba cantando, amaba y respetaba la tierra, respetaba el derecho de los demás, no abusaba de nadie; cuando llegó a tener trabajadores, trabajaba a la par con ellos, pese a haber tenido una triste experiencia en el Fundo San Luis. Esto fue a raíz de una petición de aumento de sueldo, en que fueron lanzados a la calle junto con mi mamá y los dos hijos que tenían, contribuyendo a despertar el derecho a voz de los más necesitados, siendo ésta una manifestación más de su entrega al bienestar de la familia.
Ese era nuestro "papito" y por eso sentimos una profunda tristeza porque se nos ha ido.

27 de julio de 2004




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