Era delimitada en forma espontánea por los mismos antiguos vecinos, quienes se posesionaban solidariamente de sus barrios:
Las parcelas. , la estación, el pueblo, San Luis y algunos otros…
El sol del verano, al igual que hoy, golpeaba fuertemente sobre las cabezas y los rostros de quienes iban y venían por las callejas del barrio.
Sin embargo, a pesar de que el verano y el sol era lo mismo. Nuestro entorno, nuestro paisaje, nuestras calles, nuestros amigos ..Hoy no son lo mismo.
Quilicura, durante los años sesenta, apenas emergía en el concierto regional y los ajenos a nosotros, los que nos veían desde afuera pensaban y tenían la impresión de que éramos un pueblo rural y agrícola, donde el progreso se había como congelado en el tiempo.
Y en cierto modo, así era.
En el verano del año 1965, los vecinos eran personas de muy escasos recursos, obreros, campesinos, artesanos y pequeños comerciantes, gente sencilla que tenía como única aspiración que al menos sus hijos cambiaran el destino de este suelo.
Nuestra tierra y nuestra gente convivían en la armonía y en la paz.
Era por lo tanto, extrañísimo un episodio de violencia o un acto reñido con la vida quieta y calma de cada uno de los hijos de este suelo.
Las familias eran todas conocidas, una comunidad en que todos nos saludamos cada mañana alegremente porque la hegemonía social permitía que los vecinos se identificaran con sus barrios.
Nada alteraría la pasividad y la calma de este pueblo.
No había ni prisas ni emergencias, ni rupturas, ni presiones ni agresiones.
Santiago estaba lejos de nosotros
En esos años, los niños y jóvenes del pueblo solíamos jugar eternas “pichangas” en las calles del pueblo , divirtiéndonos con lo más simple e inocente que teníamos a nuestro alcance, una pelota vieja, una rueda, una bicicleta , lo que la vida nos regalaba en nuestra pobreza.
Los niños de entonces, solíamos caminar bajo este mismo sol recorriendo el pueblo y buscando a nuestros amigos.
Deambulábamos de calle en calle.
El barrio del pueblo era uno solo y nuestros padres que se conocían muy bien nos protegían a todos como hijos propios.
El mayor acontecimiento en esos años era el fútbol, una pasión verdadera que se desataba en todo Quilicura las tardes de los domingos.
En cada sector había un equipo representativo y las hinchadas eran las mismas personas que durante el resto de la semana podíamos convivir sin ningún inconveniente.
Había dos tipos de familia, Unas familias que tenían un fuerte sustento económico, que tenían un gran patrimonio y cuyos apellidos registró la historia local y que permanecen en los pocos libros que sobre este suelo se escribieron. Familias poderosas en lo político y en lo económico que de algún modo estaban incrustadas en este Quilicura y que habían obtenido su solvencia desde principios de siglo.
Pero también había otras familias, otro Quilicura. Los apellidos simples que la historia no registró. Gente sencilla y trabajadora cuyos hijos conformaron la verdadera identidad de lo que éramos y somos. Familias anónimas que fundaron este pueblo.
Una de estas familias, era la familia Castro Sagredo.
Y uno de aquellos niños era “el Emeterio Castro “
La familia Castro Sagredo vivía desde la década del cincuenta en la esquina de la calle Los carreras con Guardiamarina Riquelme.
Precisamente uno de los sectores más límpidos del pueblo.
Por allí bajaba cada tarde la brisa que venía desde el cerro y que movía las acacias y los ciruelos de la calle Los carreras.
Hermosa calle cuyos vecinos permanecieron férreamente unidos en cada adversidad y que compartían los éxitos y las desventuras.
En Aquel lugar se estableció la familia Castro, La señora Estela y su esposo Juan.
Conformaron un hogar que todos nosotros respetábamos, como ellos nos respetaban a nosotros.
Estos fueron los hijos de este matrimonio: Juan, María, Mónica, Emeterio, Alfonso, Pedro, Jorge, Ana y Roberto
Y allí vivieron hasta el año 1968, año en que se inició la llamada “Operación Sitio “y que les llevó a iniciar una nueva vida en el sector del “Mañío”
Emeterio, parecía mayor que todos nosotros y sin embargo no lo era, se veía algo más vivido que el resto de esos niños juguetones seguramente porque se dio cuenta tempranamente que la vida para los suyos era algo así como una batalla y que en esta batalla no había que desfallecer.
Por eso aún siendo muy niño y por eso he ubicado esta historia en el año 1965, él cuando recién cumplía los trece años, ya sabía que la vida había que ganársela.
Y así lo hizo siempre.
Cuidando los vehículos en las quintas de recreo, ayudando a su padre en el campo, vendiendo y comprando revistas de cómics, las que leíamos por aquellos años. Haciendo jardines y vendiendo verduras
Mientras nosotros jugábamos las “pichangas” el ya rebuscaba la forma de ayudar a su madre.
Siendo menor, se dio cuenta que su familia era numerosa, que su madre trabajaba mucho y que nada en su casa podía faltar.
Se unía a los grupos de púberes y era muy conocido por todos, algo loco. Algo inquieto. Algo aventurero. Algo precoz…algo maduro. Algo de espíritu apasionado.
Por entonces cultivó el carácter que llevó durante su existencia: una broma permanente, un chiste, una gran risotada y el imponer su voz sobre el resto de los demás…
Siempre le vimos pasar contagiando un poco de alegría y a pesar de todo con un gran respeto por la gente mayor y por todos los vecinos del barrio.
Luego la vida nos transformó en adultos y los recuerdos de la infancia feliz quedaron guardados en algún rincón de nuestro corazón.
La calle los carreras y el barrio del pueblo quedaron en nuestra nostalgia para siempre.
Emeterio realizó un montón de oficios y construyó su vida con creatividad e ingenio, seguramente vivó mucho más de lo que nosotros suponemos y sin darse cuenta aumentó una interminable lista de amigos en Quilicura y quizás porque partes de este planeta.
Engendró cinco hijos que con seguridad llevan en sus genes el mismo impulso para doblegar las afrentas de la existencia, uno de ellos trágicamente dejó este mundo y la herida quedó en su corazón en forma permanente, como también quedó su alma consternada cuando perdió a sus queridos padres.
Su familia la conformaron Gabriel, Victoria, Ricardo, Juan Pablo y Felipe.
Formó un hogar con Tita Pérez, compañera y esposa.
Formó un hogar con Tita Pérez, compañera y esposa.
Sin embargo por razones que nosotros no comprenderemos desde hace unos diez años había optado por la soledad viviendo en la Villa Parinacota donde al igual que cuando niño y joven recibió siempre el aprecio de sus amigos y vecinos.
Emeterio había nacido el 15 de marzo del año 1952 y por siempre permaneció en esta tierra. Nuestro querido pueblo de Quilicura como lo pregonaba a todos quienes le escuchaban, tenía por lo tanto 59 años
Resulta algo extraño el desenlace de su vida.
Irradiaba vitalidad y optimismo.
Todos le habíamos visto junto a sus libros y a sus antiguas fotografías, todos le reconocíamos por su extravagante apariencia, como riéndose de la formalidad de todos nosotros, un gran sombrero, un poncho de colores, un pañuelo al cuello, unas botas vaqueras y una descuidada barba de ermitaño.
Escondía la cultura innata de quien lee y que puede opinar y comentar sobre todo, por lo tanto no sólo vendía sus libros sino que eran sus compañeros en la soledad.
Hoy lo despedimos acá, en esta capilla , gente como él está impregnada de la fe natural, la fe natural viene de quienes cada año corren cuasimodo, Emeterio también lo hizo por muchos años y con orgullo exhibía las fotografías donde estaban estas imágenes de un Quilicura que hoy ya no existe.
Es extraño el desenlace de su vida, lo que gatilló su terrible decisión; no lo sabemos, está en lo recóndito de su ser y será parte de sus ensoñaciones.
Sólo sabemos que las fotografías de todos sus seres más queridos estaban esparcidas en la soledad de su vivienda, sólo sabemos que la trágica existencia de su hijo Gabriel permaneció junto a sus emociones y que por estos días cumpliría 33 años.
Lo otro se va con su existencia y permanecerá en la intimidad de su trágica decisión.
Lo concreto es que así fue despedida.
Pero no estamos acá para detenernos en eso,
Hemos venido acá para despedir a un hombre hijo de esta tierra, algo así como el autentico quilicurano. Como quien define nuestra desfigurada identidad..
Este amigo que nos ha dejado lleva consigo cientos de historias, anécdotas y recuerdos que tienen que ver con nuestro suelo y con nuestras raíces.
Hubo una vez en Quilicura un barrio y unos vecinos y una vez hubo un Emeterio que transitó por la nostalgia de este pueblo.
Él forma parte de la historia, una historia que ha escrito la gente anónima y sencilla de nuestra comuna. Esta es nuestra identidad.
Por mi parte, cumplo con la promesa que te hice de convertirte en inmortal.
Formas parte de la historia de nuetro Quilicura
Y es este Quilicura el que te despide.
Saludos a tus padres y saludos a tu hermano Juan.
¡Viva nuestra historia, viva nuestra tierra, viva Quilicura!
(dic 2011)
(dic 2011)
Un gran homenaje para Emeterio, muy conmovedoras lineas. Felicitaciones Mario
ResponderEliminarGracias mario .., a nombre de toda la familia.
ResponderEliminarJorge Luis Castro Sagredo
Gracias Mario. Es como si ya pudiera conocer a Emeterio.
ResponderEliminarYO fui su gran amigo y compañero de toda su vida, CONVERSE. Muchas veces con el para que tuviera un cambio en su vida ,pero el siempre espero que alguien lo ayudara,y esa ayuda siempre fueron promesas.
ResponderEliminardescansar en paz amigo mio.
Q.E.P.D
Gracias profe por sus palabras, acabo de leerlas aunque las escuche en el funeral, se agradece su Enorme Contenido..
ResponderEliminarSaludos..
Atte.,
Rafael Provoste Castro
felicitaciones Mario Monasterio, por este blog por estas linea que buscan revivir la historia de este pueblo.. y claro que los personajes que hoy con sus nombres definan calles y villas fueron importantes.. mas aún lo son los personajes humildes que punta de esfuerzo y sacrificio dieron identidad a esta comuna..
ResponderEliminarun saludo cariñoso